viernes, 14 de septiembre de 2007

Reality Shows:la realidad marginada por el rating






Por: Jessica Medrano





En punto de las ocho enciendo la televisión y veo a un gordito que se le nubla la mirada y alcanza a decir con voz entrecortada“mamá te extraño”; sigo presionando el botón y tres canales más arriba me encuentro con la voz desafinada de una joven que canta y recibe con lágrimas las críticas de los “jueces”; avanzo un poco más y hay un campo de batalla entre las aspirantes a ser “Nuestra Belleza”. Los Reality shows son lo último (desde hace casi diez años) en entretenimiento y a diario cientos de personas se sientan frente al televisor para presenciar, para vivir lo que los concursantes están “viviendo” rodeados de cámaras. Quieren, (queremos) ser testigos de sus vidas, somos unos vecinos indiscretos que los apoyamos y juzgamos llamando o mandando un mensajito al * 3255 con el numero de nuestro favorito. El espectador quiere ser parte de esa microsociedad en la que los concursantes son acosados por las cámaras mientras la invasión de los reality shows resulta ya hostigante.





Se dice que la televisión de calidad está en extinción. Cada día en alguna parte del mundo emerge un nuevo reality show. Según resientes estudios del tema se estima que existen 330 Reality Shows que se transmiten en Estados Unidos. Por que? Porque es barato. Metes a unos diez desconocidos (previamente seleccionados) en un recinto cerrado y les prometes unos cuantos miles de dólares, los observas con las cámaras de circuito cerrado todo el día (no hay camarógrafos a quien pagarles ni que cobren horas extras), les añades unas cuantas pruebas, déjalos ahí aislados hasta que se detesten, el conflicto surgirá solo. Resultado rating, anunciantes, miles y miles y miles de dólares.





Para el filosofo Nestor Ventaja, los reality shows se basan en un impiadoso sistema de exclusión y su auge no puede separarse de la instalación, a nivel global, de un omnipresente mercado, capaz de dictar las reglas, aún, las de la cultura. Y sí, los reality marginan desde el casting cuando seleccionan a personas con ciertas características para generar rating: un gay no debe faltar, ni la bonita, ni el guapo, ni el gordito, para luego dictarles el tipo de comportamiento que es apropiado dentro del programa.





La pesadilla del “Big Brother” que George Orwell planteó en su obra 1984, es el sueño de muchos, hablarle a la cámara, ser estrellas, tener un público que los siga es su mayor anhelo sin importarles perder parte de su intimidad en aras de un premio. Los reality shows crean estrellas efímeras que al cabo de unos meses desaparecen de nuestra memoria y son remplazados por el “nuevo desconocido” de la siguiente temporada del reality.





Los empresarios televisivos tienen grandes batallas para encontrar el tema “real” sobre el que girará su próximo reality. La “realidad” es su fuente de inspiración. Una isla desierta, un campo de entrenamiento militar, un concurso de belleza, la tarima, la cocina, la alcoba, o el baño, todos son excelentes escenarios para explotar el morbo del telespectador.





El gancho es que no es ficción pues esa chica que canta e imita tan “bien” a Paquita la del Barrio podría ser “Yo”. Y ¿quien sabe? “yo” podría incluso llegar a tener la boda de mis sueños. Mucha gente se vuelve a adictos a este tipo de programas, los dueños de las televisoras lo saben y a la hora de escoger el último hit televisivo no dudan y seden espacios a los Reality Shows.
Día a día se sacrifica la calidad en pro de los números, del rating.. Además, en algunos otros programas de espectáculos e incluso de noticias se les sede un espacio para dar noticias sobre lo ocurrido en “la casa”, se crea nuevos programas para comentar lo que sucedió en el reality. Se sacrifica notas de importancia por el último conflicto dentro de la “casa”.





Mientras los reality continuan invadiendo la programación, cada vez hay menos programas de crítica, de análisis de temas reales y de mayor importancia para el mundo, como la hambruna, la explotación infantil, el calentamiento global, etc. Sacrificados porque los ratings suben cuando la flatulencia de la “miss” revuelve “el hogar” y los trapos sucios saltan frente a las cámaras. Pues para hacer un cambio respecto al calentamiento global, o para sacar del aire al dictador no basta con marca *3255 ni para modificar nuestra realidad, esa que se vive en la calle, en el día a día y no en la pantalla de nuestro televisor.