sábado, 10 de mayo de 2008

El viejo reto de envejecer



Por: Jéssica Medrano

Cientos de alegrías, tristezas, enojos, recuerdos, experiencias y olvidos surcan sus rostros. Se les encuentra en las esquinas con las canastas de fruta, pan o cebollas. A veces se les ve en el pasillo del bus haciendo malabares con la física y el reuma, mientras los mancebos, desde sus asientos, miran por la ventanilla o se hacen los dormidos. Son llamados, abuelos, viejos, ancianos, octogenarios, longevos, viviendo la tercera edad entre la discriminación y el abandono.

Ser anciano no es un crimen, al contrario, dadas las condiciones de vida en Latinoamérica es toda una hazaña. Para muchas personas al pasar de los 60 se les presenta el mayor reto: sobrevivir en una sociedad que los menosprecia.

Según un estudio publicado en Radio Nederland en el primer trimestre de 2006, más del 70 por ciento de los latinoamericanos y latinoamericanas mayores no recibe ninguna pensión de jubilación. La mayoría, especialmente las mujeres, no consigue empleo debido a la discriminación de edad y al alto índice de desempleo.

Mientras que en el campo de la salud los servicios son limitados y rara vez están dirigidos a las personas mayores. Además, son actualmente el grupo humano de crecimiento más rápido a escala mundial, pero también se encuentran entre los sectores más pobres.

Ante esta realidad, no es de extrañar que día a día ellos se esfuercen en demostrarle al mundo que aun tienen habilidades, pero sobretodo que ser viejo no es sinónimo de incapacitado.

Basta con ver alrededor y ver como aquel señor con siete décadas encima ofrece su servicios con un pequeño letrero de “se arreglan ‘sapatos’” esperando demostrarle al caminante, que, si bien no sabe de ortografía, todavía sabe reparar suelas. O aquella señora de pelo cenizo que borda caballos azabaches en manteles que ofrece a tres por el dólar.

Los abuelos tienen mucho que ofrecer, en las anécdotas y cuentos que les narran a sus nietos o a quien quiera escucharlos. Tienen mucho que enseñar con los viejos consejos para sacar las manchas o moldear el barro.

Por ello, es necesario reconocer la importancia de entender mejor los diversos aspectos del fenómeno del envejecimiento, y crear políticas y programas que promuevan activamente la participación de la tercera edad.

Porque no importa que edad tenga, el ser humano tiene derechos. Tiene una historia que no termina en los 60 e incluso tiene más tinta para seguir escribiendo. Y como dijo el filosofo latino Lucio Séneca “La vida es similar a una leyenda: no importa que sea larga, sino que este muy bien narrada”.